Traduzco la desolación al lenguaje humano,
al lenguaje sublime del quebranto, al lenguaje de los pájaros.
Es el miedo el compañero de viaje que calienta mis manos.
El depredador que afila sus colmillos en las uñas de la noche.
La mordedura en el fiel de la balanza. El canto sin aliento.
Ardor incandescente de las lápidas. Señal de los heraldos.
Inmóvil escritura que germina sobre el blanco lienzo del hastío.
Conjura de hechiceros: latir inexistente de un cuerpo que se apaga,
de un alma que se aleja, de un dolor que persevera,
entre las velas nacientes que iluminan el corredor de los duelos.
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